jueves, 5 de junio de 2008

Cuba. Desafío para las masculinidades antillanas

Por Ernesto Díaz Calderin

En el proceso de formación de la nación cubana, a través de los años, ha tenido singular importancia los procesos migratorios, estos han condicionado desde el punto de vista cultural nuestra identidad. Si se tiene en cuenta que el desplazamiento hacia la región del Caribe ha sido de árabes, asiáticos, africanos, lo que diferencia a los territorios del Caribe es en la medida que se fueron desarrollando estas inmigraciones y en la proporción que se fueron dando.

De importancia vital, por las condiciones en las que se dieron y bajo las circunstancias en que se fueron realizando, jugaron un papel fundamental las inmigraciones caribeñas hacia Cuba, en especial, las de los jamaicanos y haitianos, que se ubican específicamente en el primer tercio del siglo XX, como proceso ya consumado y con un carácter de inmigración organizada y planificada.

En el caso de los haitianos:
Este proceso se remonta a los años en que acontece la revolución haitiana, en la que grupos de franco- haitianos arriban a territorio cubano huyendo de las revueltas provocadas por los acontecimientos, asentándose en la región oriental de la isla; otro momento de éxodo de haitianos a Cuba, fue con la proclamación de la independencia haitiana en 1804, momento que muchos colonos, con sus dotaciones de esclavos vinieron hacia nuestro territorio y desarrollaron su economía.

En los primeros años de la República, es cuando se da el período de esplendor de este proceso de inmigración de haitianos a la Isla, impulsado fundamentalmente por las compañías norteamericanas, quienes controlaban el mercado del azúcar cubano y por tanto exigían una mano de obra “fuerte” y barata para sustentar el trabajo en las plantaciones azucareras. Producto de la exigencia física de este trabajo, la mayoría de los haitianos que entraban en nuestro territorio, eran hombres, representando la proporción de cada 2500 inmigrantes que venían 100 eran mujeres, lo que nos indica que fue una inmigración masculina. A su vez, dentro de ella, había una gran cantidad de jóvenes dispuestos a enfrentarse con cualquier situación, incluso sin conocer las situaciones de trabajo y de vida a las que se someterían, teniendo siempre como sueño el hecho de regresar con las riquezas que harían en Cuba.

El caso jamaicano:
Por su parte esta inmigración fue provocada por el agotamiento de las actividades de la plantación bananera en el Canal de Panamá y la construcción del ferrocarril en la misma zona, por lo que se desató un éxodo masivo de hombres y mujeres en busca de nuevos horizontes hacia Cuba, que les garantizaría el trabajo y riquezas, lo que provocó, en este caso, una proporción de cada 600 hombres que llegaban 100 eran mujeres. A diferencia con otros grupos, estos venían con mucha más instrucción educacional, debido a la labor de las iglesias protestantes en su lugar de origen, lo que les permitió, desde el punto de vista laboral, ubicarse en lugares donde estaban los mismos cubanos que poseían una alta calificación de obreros. La migración jamaicana la podemos encontrar trabajando durante el período de zafra en la plantación azucarera, y después bajo el efecto del tiempo muerto, dentro las plantaciones cafetaleras en la región oriental, de esta forma iban creando asentamientos en esas zonas del país.

En ambos procesos es importante destacar el rechazo hacia ellos que se dio en la Isla, entre otras cosas por los estereotipos que se instauraron alrededor de ellos, por sus prácticas religiosas que representaban un “peligro” para la sociedad de la época, además se decía que, fuera del tiempo de zafra no tenían otra función que cumplir en nuestro territorio, por lo que se promovió una ley- decreto para enviarlos de regreso a sus países originarios. Desde la sociedad cubana, se prefería la inmigración de peninsulares, sobre todo debido a la existencia de leyes migratorias que perseguían un “blanqueamiento”, lo que denota un fuerte racismo hacia ellos, al punto de calificarse en migraciones “no deseables”.

Tener en cuenta, independientemente de la discriminación a la que fueron sometidos, que son protagonistas de un legado histórico y cultural que se inserta dentro de lo cubano y que hoy contribuye a que seamos, nosotros los cubanos, más antillanos.

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