martes, 26 de julio de 2011

“Macho, varón, masculino en la villa de Guanabacoa”


Presentación de Macho varón masculino. Estudios de Masculinidades en Cuba de Julio César González Pagés en Guanabacoa.






Por Dayron Oliva Hernández. Red Iberoamericana de Masculinidades

La Habana/23 de julio. Con motivo de las lecturas de verano organizadas por el Instituto Cubano del Libro y el Centro Provincial del Libro, el coordinador general de la Red Iberoamericana de Masculinidades, Julio César González Pagés, presentó su más reciente obra Macho, varón, masculino: Estudios de masculinidades en Cuba, en el municipio capitalino de Guanabacoa.

La presentación, realizada en el Café Literario, contó con las palabras iniciales de Víctor Montes de Oca Jiménez, presidente del Consejo del Libro y la Literatura de ese municipio, quien además de agradecer la presencia del prestigioso autor, hizo un recuento, para el interesado público asistente, sobre el significativo recorrido académico y profesional del invitado.

Por su parte, al expresar que era una ilusión estar en Guanabacoa, Julio César González Pagés reconoció la importancia de compartir Macho, varón, masculino…en un lugar emblemático para la propia historia de la capital cubana, ya sea por su identidad o por la masculinidad que matiza la mitología y la práctica religiosa popular de esta antigua villa.

Sobre el título que escogió para dar nombre al texto, manifestó el también profesor de la Universidad de La Habana, que partía de una provocación que incitara el debate y la polémica en todos los ámbitos sociales, debido a que “macho, varón y masculino” ha sido una definición cotidiana común para la masculinidad en Cuba, sin importar la clase, la raza, el nivel cultural, etc.

Con el objetivo de reflexionar acerca de los imaginarios sociales y culturales sobre los hombres cubanos, las contradicciones en torno a las formas de ser hombres y las realidades que viven, y la necesidad del estudio de la masculinidad para tratar la violencia, González Pagés destacó no solo el porqué de esta obra, sino el modo en que se aborda la masculinidad a partir de las temáticas escogidas: el feminismo, la violencia, la sexualidad, la paternidad y la migración.

Asimismo, refirió sobre las distintas temáticas, que representan la urgencia de discurrir sobre el mundo inexplorado de los hombres, las relaciones entre ellos y para con las mujeres e hijos/as, así como las implicaciones sociales en la salud, las conductas agresivas de los varones, entre otros aspectos. De ahí que González Pagés indicara el significado de la aparición de Macho, varón, masculino…, para evitar un reforzamiento del machismo en Cuba y cuestionar aquellos espacios que lo reproducen, y que gozan de gran popularidad, como son los casos de los videoclips cubanos.

martes, 19 de julio de 2011

Macho varon masculino



En la foto Julio César González Pagés junto al estelar pelotero capitalino Armando Capiró y un niño pelotero en la presentación del libro Macho varón masculino.Estudios de masculinidades en Cuba en la villa de Santiago de las Vegas.







Por Lisandra Puentes Valladares
Julio 16, 2011 4:33 PM
Tribuna de la Habana

Los textos destinados al público femenino, que aparecen en cada edición de la Feria Internacional del Libro, se agotan con una rapidez sorprendente. ¿Será porque a las mujeres nos interesa experimentar para mejorar cutis, pelo, y modo de vestir? Más que una tendencia a la costura o la química, nos encanta vernos y ser vistas según los modelos de feminidad que nos inculcaron.

El divorcio y la maternidad, son otros temas perseguidos.
¿Y los hombres? ¿No necesitan agradar, saber enfrentar separaciones y cuidar de los hijos? Es que a ellos con ser fuertes y hábiles les basta para deslumbrar a cualquier muchacha; y en cuanto al plano familiar, ¿es suficiente con ser el sustento de la casa? No hay lugar para sentimentalismos y blandenguerías.
Sobre lo que significa para un cubano ser Macho varón Masculino, trata este libro presentado en el año 2010 por Julio César González Pagés.

Si los estudios sobre mujeres, que tanto auge cobraron desde la segunda mitad del pasado siglo, ponen a esta en el rol de una víctima de la sociedad, en el presente volumen se describen las angustias que los hombres enfrentan día a día para no sentirse inferiores en su masculinidad.

“El varón ha de ser fuerte, valiente, guía, proveedor, inteligente, heterosexual, capaz de suprimir la capacidad de expresar una gama de sentimientos devaluados, atribuidos solo a lo femenino y la mujer como sujeto asociado a la debilidad, la abnegación, el cuidado, la ternura y la subordinación”, dice el autor en la introducción.

En los distintos capítulos que conforman el libro, la masculinidad es analizada en relación con la violencia, la sexualidad, la paternidad y la migración. González Pagés sustenta sus planteamientos en referencias bibliográficas que demuestran la seriedad de esta investigación, desarrollada por el autor durante años de estudio.
Macho…, publicado por la Editorial de la Mujer, no es un libro para entretenerse, es un texto para pensar y repensar lo que reproducen las familias como correcto muchas veces, e intentar, aunque es difícil, ver las cosas de otra manera.

Ver en http://www.tribuna.co.cu/etiquetas/lectura/2011/julio/macho-varon-masculino.html

domingo, 17 de julio de 2011

“Macho, varón, masculino en la villa de Santiago de las Vegas”



En la foto el pelotero Armando Capiró,el escritor Julio César González Pagés, la campeona centroamericana de fondo Sergía Martínez y el pelotero Pedro Chavez durante la presentación del libro Macho varón masculino. Estudios de Masculinidaes en Cuba el sabado 16 de julio de 2011 en Santiago de las Vegas, La Habana.




Por Dayron Oliva Hernández. Red Iberoamericana de Masculinidades


La Habana/16 de julio. Como parte de las lecturas de verano propiciadas por el Instituto Cubano del Libro y el Centro Provincial del Libro, el coordinador general de la Red Iberoamericana de Masculinidades, Julio César González Pagés, presentó su aclamado texto Macho, varón, masculino: Estudios de masculinidades en Cuba, en el municipio capitalino de Boyeros.

Con sede en el parque Juan Delgado de la antigua villa de Santiago de las Vegas, y junto a glorias deportivas cubanas –convocadas para la ocasión- como Sergia Martínez, Armando Capiró y Pedro Chávez, González Pagés agradeció la invitación y refirió los motivos que impulsaron, después de 15 años de investigación, la publicación de esta, su última obra.

Con el objetivo de reflexionar sobre algunas problemáticas que inciden en la vida de los hombres e influyen en la manera de pensar la masculinidad, el también profesor de la Universidad de La Habana, expresó que el libro aborda el feminismo, la violencia, la sexualidad, la paternidad y la migración. Asimismo, destacó que Macho, varón, masculino pretende contribuir a la búsqueda de mejores relaciones de los hombres entre sí y con respecto a las mujeres, para así favorecer el camino de la convivencia y de la equidad de género.

Junto antes de la acostumbrada firma por el autor de los libros adquiridos por el público asistente y que significó el rápido agotamiento de los ejemplares puestos en venta, González Pagés creó una gran expectativa a raíz del anuncio de una próxima entrega sobre las masculinidades en Cuba: Sexo, música y deporte: ¿Cosas de hombres?.

viernes, 8 de julio de 2011

NUEVAS MASCULINIDADES EN CUBA



En la foto parte del equipo de Masculinidades en Cuba con Julio César González Pagés



Por Julio César González Pagés

El concepto masculinidad ha sido construido por tantos años que solo de nombrarlo ya connota superioridad, fuerza y violencia. En Cuba, masculinidad es sinónimo de machismo y, de hecho, el machismo implica violencia.

Tan es así, que a un hombre, para reafirmar su masculinidad, no le basta decir que es macho, sino que agrega ser varón y masculino. No cabe duda que se trata de un conjunto de ideas socio-ideológico-culturales que se han encargado de preservar la hegemonía masculina como centro de poder.

La ideología que sustenta las masculinidades traspasa, cruza los sistemas culturales, impone las políticas, las creencias y demarca todas las estructuras: sociales, raciales y sexuales, entre otras.

Además, estamos tan influenciados por la noción occidental de la masculinidad que se ha hecho evidente en la forma que se organizan las instituciones, y su reflejo se confirma con el rol masculino de proveedor económico. Los hombres son más reconocidos y de mejores salarios, aunque en la actualidad esta situación ha sufrido cambios, lo cual pone en crisis las masculinidades. En efecto, hemos visto casos donde los hombres que tienen dificultades para ser proveedores reflejan su impotencia a través del uso de la violencia familiar como respuesta a su frustración.

Ese afán de convertirse en macho desde que se nace, lo hace marcar diferencias. Asimismo, sufren buena parte de su vida, cuando no concientizan que están siendo utilizados, quedando presos de sus propios genes.

Para la presente edición de Mujeres, un grupo de jóvenes investigadores cubanos nos muestra diferentes miradas polémicas respecto a las masculinidades en Cuba, con la idea de que un mundo mejor y posible se puede construir cuando nos lo proponemos de forma colectiva

Ver http://www.mujeres.cubaweb.cu/articulo.asp?a=2011&num=547&art=21

ESTRATEGIAS PARA EL CAMBIO ¿Machismo rural cubano?




En la foto Dayron Oliva Hernández







Por Lic. Dayron Oliva Hernández

Un profesor universitario me decía, con risa, que su abuelo, oriundo de Islas Canarias, regañaba a sus animales de trabajo y la emprendía a golpes para que hicieran bien su cometido: «¡Ah!, porque jueguito conmigo, no», eran algunas de las palabras que recordaba.

Muchas historias similares podemos escuchar a diario acerca de los hombres que viven y trabajan en las zonas rurales cubanas. La manera en que se les asocia, para bien o para mal, desde la mirada popular y urbana, los describe como guajiros, rudos, fuertes, con poco nivel de instrucción, soberbios, laboriosos, etc.

Sin hábito de que se juzguen los significados de su contenido, lo cierto es que un conjunto de adjetivos relacionados con el campo, la tierra y los animales de carga todavía incide en cómo se piensa el mundo rural cubano. Así, sin que las personas se den cuenta, los estereotipos que enmarcan a los «hombres de campo» los limitan hacia una masculinidad rural rígida, que dificulta una reflexión crítica de las implicaciones de las relaciones de género entre hombres y mujeres en el ámbito rural.

Algunos especialistas señalan el carácter difícil del mundo rural para cambiar ciertas tradiciones y costumbres, más cuando forman parte de un presunto orden «natural» de las cosas. Es por eso que pensar en ese contexto acerca de cómo se definen los hombres en relación con las mujeres, pasa por cuestionarnos lo que ha significado la identificación de la masculinidad rural a las «difíciles» circunstancias de trabajar la tierra, sus actividades económicas y el manejo de los medios de producción, como los animales.

A juicio de Mavis Dora Álvarez Licea en su artículo Masculinidades cubanas: El machismo guajiro, en la sociedad rural actual persisten y se reproducen patrones culturales tradicionales, muy propios del régimen patriarcal, aun cuando las condiciones sociales, económicas y la cultura en general, de la población rural, gracias a los programas de la Revolución, han devenido una mejoría ostensible de la calidad de vida y la participación social. Su parecer establece que en la masculinidad del hombre rural cubano —típica de un modelo hegemónico—, destaca la sobrevivencia de actitudes y comportamientos machistas, en cuanto al falso derecho del dominio sobre las mujeres, las conductas violentas, el alcoholismo, los estereotipos raciales y sexistas, la homofobia, entre otros.

Una mirada desde la masculinidad y el género al escenario campesino pondría en discusión las consecuencias de las conductas machistas de los hombres, sobre todo porque haría ver cómo los actos de discriminación por género todavía existen y tienen que ver con aspectos socio-culturales derivados de la aún no extinta ideología patriarcal, de su modo de construir la masculinidad y sus incidencias en los modos de relacionarse los hombres y las mujeres.

No es dejar de ser masculinos, sino cambiar el machismo

Contrario a lo que usualmente se piensa en el entorno rural, es por razones sociales y culturales por las que se constituye el género de forma diferente según el sexo. El engaño del orden desigual entre mujeres y hombres, y la oposición de estos a aceptar que las mujeres ganen poder y protagonismo, han radicado, entre otras causas, en que se asume una «masculinidad verdadera» por argumentos biológicos que justifican la «hegemonía» de los hombres sobre las mujeres.

De ahí la importancia que tuvo la experiencia del grupo Masculinidades en Cuba, de la Red Iberoamericana de Masculinidades —cuyo coordinador es el Dr. Julio César González Pagés—, con la conferencia-taller Feminismo y Masculinidad, en octubre del año 2008, como parte de los cursos que sobre género desarrolla la Escuela Nacional de Capacitación Niceto Pérez, de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), para funcionarios/as de esta organización.

Desmitificar creencias machistas, abordar las consecuencias del modelo hegemónico de la masculinidad, la indiscutible validez del feminismo cubano, para un ámbito donde las tradiciones patriarcales están enraizadas, si bien evidenció lo complejo que le resulta a un grupo de hombres no acostumbrados al tema cuestionar algo —la masculinidad— que no admite contradicción, por otro lado sembró la semilla de la duda y caló en ellos la necesidad de cambiar esas estructuras opresivas, para el bien de los propios hombres y las mujeres.

No obstante, debatir desde la perspectiva de género, el feminismo y la masculinidad ponen bajo sospecha aspectos que han formado parte de las costumbres rurales y de lo que a hombres y mujeres se les ha exigido ser. También reveló un conjunto de problemáticas que refieren las contradicciones y malestares que generan en lo personal, a cada uno —a decir verdad, más en los varones—, tratar estas temáticas.

Confundir el cuestionamiento de la masculinidad con la homosexualidad y el dejar de ser masculinos fueron algunas de las preocupaciones que se originaron en los hombres. Ideas erróneas que por el desconocimiento en muchas ocasiones repercuten negativamente en la real comprensión de lo que se quiere cuando se plantea la masculinidad.

Otra paradoja equívoca asociaba la pérdida de poder para los hombres con la aplicación de las relaciones equitativas entre mujeres y varones, que se ha inclinado por empoderar y reconocer el protagonismo de ellas en todos los ámbitos del país, aun cuando se señaló que una de las secuelas lamentables ha sido el ejercicio de los hombres por diversos tipos de violencia, desde la psicológica hasta la física. Asimismo, esta paradoja llevaba implícito el falso parecer, que se tiene popularmente, que el feminismo tiende a sustituir el poder masculino por el femenino, o sea, como una versión femenina del machismo en los hombres.

Las posibilidades de cambio: el caso de la ANAP

Abordar la masculinidad rural cubana, las implicaciones en las relaciones con las mujeres y las contradicciones de las formas en que se construye, sobre todo el arraigado machismo, ofrece también la oportunidad de que cambien los patrones perjudiciales, porque ha significado opresión para las mujeres y los hombres que no cumplen sus parámetros, en resumen, desigualdad y discriminación para todas y todos. Al mismo tiempo puede representar un impedimento para un desarrollo orgánico y constructivo de la agricultura cubana que propone acorde con los principios de la Revolución, el Estado y la sociedad cubana.

En la actualidad vivimos un profundo proceso de transformaciones socio-económicas del modelo cubano, que subraya la importancia estratégica de la actividad agrícola y pecuaria. Sin embargo, no se debe obviar que el modo en que hombres y mujeres han sido construidos social y culturalmente, en modelos rígidos y opuestos, puede afectar ese imprescindible proceso.

En un área que en la práctica, por su cultura y educación histórica apegada a las justificaciones biológicas, ha sido reacia —en especial en el plano de las subjetividades— a que los hombres pierdan poder y protagonismo en favor de una reasignación y empoderamiento de la mujer, hay que tener en cuenta los efectos —para bien o para mal— de un proceso de transformación socio-económica para la concepción que tienen estos varones sobre sí mismos y las relaciones de género en ese espacio rural.

Para que se tenga una idea, un análisis de la presencia de la mujer cubana en las actividades agrícolas, arrojaría, en cierta medida, la manera en que se conforma la masculinidad rural cubana y la probabilidad de revertir un orden de género basado en el machismo. Si lo socialmente aceptado alrededor de la mujer la sitúa en el entorno doméstico y familiar en un contexto de subordinación, esto no niega que existan mujeres con responsabilidades y se desempeñen en las diversas labores agrarias, a pesar de que estadísticamente haya un predominio de los hombres en todo lo concerniente al sector rural.

Cuando a finales de los años noventa del siglo pasado, dentro de las alternativas ante la crisis económica, las mujeres se incorporaron a sectores emergentes de la economía, en el que los hombres eran mayoría, como el de las campesinas privadas, llegaron a ser el 8,3 %; ya para el año 2008 representaban un 17,4 % de esta actividad económica.

Si por un lado muestra una desventaja, en cuanto a estadística, con respecto a los hombres, por otro indica el crecimiento que ha experimentado la presencia de la mujer en la práctica laboral campesina. Los desafíos —pensémoslo así— que se presentan pueden ayudar a trazar el camino para superar una brecha de género, así como un reto para los hombres y sus masculinidades de convivir en un proceso de transformaciones socio-económicas.

Asimismo, la labor de instituciones tan determinantes para la comunidad rural cubana, como la ANAP, resulta imprescindible para transformar esas estructuras subjetivas que nos atan a un pasado machista y patriarcal. La adopción de la Estrategia de Género, como parte de la voluntad política de su directiva nacional, constituye un paso —además de un ejemplo a seguir— a favor de la equidad de género, de reconocer el protagonismo y el empoderamiento de la mujer, así como de promover masculinidades no hegemónicas.

Durante el año 2005, la puesta en marcha de un diagnóstico participativo con enfoque de género, que incluyó el 50 % de todos los municipios del país, coincidió con el inicio de la estrategia, a partir de la creación de las comisiones de género a distintos niveles: municipal, provincial y nacional.

Lo que se pretendía era, entre otros objetivos, lograr una mayor incorporación de las mujeres a las diferentes estructuras productivas de la ANAP (CPA y CCS), así como fortalecer su papel incrementando su participación en los niveles de dirección y toma de decisiones; desarrollar la capacitación y la sensibilización en el tema de género a todas las estructuras de dirección, que incluía a los cuadros, cooperativistas, campesinos y sus familiares, con el apoyo de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y la Cátedra de la Mujer de la Universidad de La Habana. A través de las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia, se organizan conversatorios sobre temas de autoestima, igualdad, equidad, liderazgo y jurídicos, dirigidos a que el campesinado, y dentro de él las mujeres, conozca el derecho y las posibilidades que tiene al trabajo, solicitar tierra, a la licencia de maternidad, a estimulación, entre otros.

Sin lugar a dudas, el hecho de que la ANAP, en alianza con otras organizaciones, se preocupe por sensibilizar en cuestiones de género y masculinidad a toda su membresía y sus familiares, brinda un marco propicio para que líderes campesinos, ya sean hombres o mujeres, desde lo personal, lleven adelante un proceso viable de cambio de los valores patriarcales y machistas que sustentan un modelo hegemónico de la masculinidad rural cubana.

Ver http://www.mujeres.cubaweb.cu/articulo.asp?a=2011&num=547&art=20

EL MIEDO AL QUE DIRÁN. Masculinidades y sexualidad



En la foto Enmanuel George López




Por Enmanuel George López


El pronóstico para adivinar un posible tema de conversación de algunos grupos de hombres es casi infalible. El «menú» que ofrecen generalmente gira alrededor del deporte, la música o el sexo. Por lo general, estas charlas no están «condimentadas» con revelar intimidades sin despojarse de una postura etiquetada como masculina, y en relatos que no sobrepasan la mejor canción o película, el partido de fútbol más «eléctrico», o la muchacha del momento.

El ideal en estas conversaciones es exponer los valores de valentía y destreza atribuidos socialmente a la conducta masculina. El machismo, como oficialización de ese supuesto sexo superior, es defendido desde los comportamientos violentos, las palabras y frases que afiancen su hegemonía y la represión total de sentimientos, ahogando así cualquier indicio de emociones jamás concebido en un «verdadero varón».

Mi propuesta es revelar una charla entre jóvenes que pudieron apartar ese silencio y se confesaron frustraciones, preocupaciones y experiencias sobre uno de los grandes miedos que enfrentan los hombres: la sexualidad.

Fue una tarde en que solo tuvieron un turno de clases y aprovechando lo temprano que era para llegar a casa, decidieron platicar en las escaleras del Rectorado de la Universidad de La Habana. Emilio rápidamente convidó a prestarle atención a un cuento acerca de su última experiencia sexual. El mismo trataba sobre ese pretendido deber de los hombres en «quedar bien» durante el sexo y la posición elemental de dominadores o kamasutras vivientes, que no permiten en muchas ocasiones el disfrute y el placer que brinda la sexualidad.

—¡Jamás imaginé que podía pasarme! Siempre confié en mis artimañas para dejar buena impresión. Aun en los momentos más apretados, continuamente salí airoso. Pero toda hoja de árbol tiene su otoño, o todo tigre tiene esa escopeta que lo fusila.

—Quedé con los chicos del barrio en pasar el fin de semana en casa de un familiar de Celia, cerca de la costa. La festividad ameritaba la ocasión de acostarme con Amanda, la chica con la que llevaba saliendo algún tiempo y que mantenía mi mente y cuerpo ocupados en conseguirlo. No se trataba de convencerla o emborracharla para terminar en la cama, hace rato que ambos lo deseábamos, pero no teníamos el lugar ni la tranquilidad para esto. La expectativa que construimos para el anhelado momento fue muy simpática. Yo me anunciaba como un tigre, pues mi calzoncillo tenía un dibujo de semejante felino, y de ahí mi alarde previo como «el animal». La noche indicada fue el sábado, llegaba con un clima perfecto, y una habitación solo para nosotros dos.

—Honestamente, quería impresionarla, dejarla con la mejor opinión de mí sobre las «cuestiones eróticas». El instante de desnudarnos fue muy sensual y erótico, pero mi objetivo no era ese. Me sentía como si tuviese una agenda con los pasos a seguir y en la que iba anotando bien o mal mis acciones. Los besos y caricias tejieron una atmósfera de excitación enorme, pero mis ganas de hacer «el verdadero sexo» no me permitieron disfrutarlo y fueron para mí simplemente una señal para la penetración. Aquí comenzaron a fallarle los zarpazos al felino.

—¡Mi madre! ¿Qué me pasa? ¡Si en las películas lo hacen tan fácil! Simplemente no pude hacerlo. Mi cuerpo perdió el aire tal como un globo desinflado, y mi bandera blanca ni siquiera tuve que izarla, colmo fuera que se alzara ahora. El tigre había quedado disecado en una sala de trofeos. Había terminado más bien como un minino. Pasaron tantas cosas por mi cabeza, viagras, huevos de codorniz, guarapo, perlas, vergüenza. Me senté en el borde de la cama donde la oscuridad no dejaba ver mi rostro.

La confesión de Emilio impresionó al resto del grupo. Su supuesto fracaso sexual se debió en parte a la ignorancia de que el sexo existe más allá de la penetración y por la construcción de una imagen del hombre incansable y domador, vendida por el imaginario colectivo.

Su confesión albergó intimidad con el resto de los muchachos, pues contó algo que no lo pintaba como un triunfador, y eso denotó confianza, la necesaria para que Enrique hablara de un tema que lo perturbó durante su etapa en la beca. El asunto de las denominadas perlas que se colocan en el pene, que pueden llamar la atención a más de una persona, sobre todo cuando se ofertan con la intención de satisfacer a las mujeres. Lo cierto es que puede ocurrir hasta la amputación del miembro por las precarias condiciones higiénicas con que se las colocan, pero ese riesgo lo corren muchos, y otros se lo piensan bastante, como Enrique.

—En la beca, el tiempo de descanso era añorado, pero realmente poco; solo al término de las comidas y en el horario de baño, donde inmediatamente después nos ordenaban dormir.

—Había entre los socios un joven al que llamaron «el médico», porque quería estudiar enfermería. Ante tanto alboroto por la actividad sexual futura, el médico abrió su negocito de colocarles perlas a los penes de sus «compañeros de aula». Por tres CUC, tendríamos esos adornos destinados a satisfacer como nunca a nuestra pareja. El material de la perla era de acrílico, que los clientes pulirían para evitar la rugosidad. El ruido a la hora de frotar el acrílico contra la ventana o la litera era insoportable.

—El primero en ponérsela fue Elier, quien tuvo como público a casi todo el grupo, encaramados en las literas o haciendo un cordón en el pasillo. Los utensilios del «médico» eran un pomo destapado, una cuchilla y una jeringa con anestesia, ambas estériles, según él. Ya después pasaron por sus manos Leandro, el «Coti», el «Crema» y Juan Carlos.

—El dormir era interrumpido entre las campanas de «el de pie» y los gritos de los pacientes. El último en ser atendido fue el propio médico, en una autooperación que no terminó para nada como soñó. La cirugía sufrió una infección irremediable, su perla se le cayó y dejó una herida espeluznante, que lo mantuvo muchos días en extrema preocupación. Cuando no tuvo más remedio que ir al hospital, regresó con toda una lista de recetas médicas, su pene «momificado», y la amenaza de perderlo.

—Las penosas «heridas de guerra» de mis compañeros lesionados y las victorias no tan claras de los otros, me alejaron la idea casi sentenciada de ponerme una perla. No les veo otro lugar que en un collar o dentro de las ostras en el mar, y mi empeño que sea el de recurrir a otros métodos para brindar y recoger el placer en el amor.

El tamaño del pene, las erecciones, el sexo, son temas que no son profundamente abordados por el temor de verse afectada la masculinidad y dejar la impresión de inexpertos. Precisamente este temor afecta la comunicación de los hombres, y es un listón a saltar.

http://www.mujeres.cubaweb.cu/articulo.asp?a=2011&num=547&art=24

DEPORTE Y VIOLENCIA. Reflexión acerca de una experiencia capitalina


Equipo de futbol de la Facultad de Filosofía, Historia y Sociología.






Por Carlos Ernesto Rodríguez Etcheverry


La peña deportiva Parque Central, en la capital del país es, sin discusión alguna, una de las plazas públicas de socialización de la masculinidad hegemónica más importante en la actualidad. Posee un incalculable valor histórico-cultural, que goza de una fuerte tradición en la sociedad cubana como espacio de intercambio de significados, percepciones y códigos específicos entre hombres aficionados al béisbol, los cuales coinciden con los rasgos del patrón de comportamiento masculino hegemónico legitimado socialmente en Cuba.

Así lo corroboran las técnicas de investigación aplicadas durante esta pesquisa y el proceso de observaciones no participantes y participantes que se realizó en el lugar, durante casi un año de trabajo.

Este espacio público no constituye, solamente, un sitio donde acuden hombres a debatir de pelota u otros deportes, sino que se discute una infinidad de temas sociales que demuestran la necesidad que sienten de polemizar todo tipo de cuestiones que se vinculan directamente con sus vidas y con el resto de la sociedad cubana. En este sentido, creemos que es un espacio de realización individual y colectiva, así como de reafirmación de la masculinidad hegemónica en tanto expresión social.

Un promedio estimado de 80 aficionados se dan cita diariamente. La gran mayoría asiste por las tardes, horario donde se originan los debates más intensos y productivos, debido a la gran afluencia de personas que van saliendo de sus centros de trabajo o estudio.

La composición sociodemográfica del grupo de aficionados de la peña deportiva Parque Central, es variada y, a la vez, homogénea. Se observa gran diversidad en cuanto a las edades; mas lo semejante se percibe en que este es un grupo, por lo general, de hombres. La composición «racial» se caracteriza por un fuerte predominio de negros y mestizos, en comparación con los blancos. Este elemento no tiene que ver con problemas raciales dentro del grupo social, ni con el estereotipo de que los negros y mestizos demuestran más gusto por el béisbol, y por eso acuden en mayor número a la peña, sino que esta última está enclavada entre dos municipios (La Habana Vieja y Centro Habana), donde casi el 50 % de su población es negra y mulata, a juicio del historiador Félix Julio Alfonso López.

Los niveles escolares de sus integrantes oscilan mayoritariamente entre noveno y doce grado, con un alto por ciento de aficionados de nivel técnico medio. La mayor parte de estos está vinculada al trabajo y/o estudio, así lo evidenciaron las técnicas aplicadas. La presencia de aficionados asiduos, con un nivel escolar universitario, no es constatable en igual medida. Mientras, el rango de edad se extiende aproximadamente desde los 24 hasta los 80 años, con predominio entre los 30 y 50 años.

Violencia de género y béisbol: ¿se dan la mano?

Los debates acerca del béisbol que sostienen los aficionados en este espacio público son intensos, apasionados y caracterizados por una constante agresividad y violencia psicológica. Se constató que mantienen entre sí «buenas» relaciones, sobre la base del respeto; pero esto no significa que no se muestren con una actitud ofensiva y defensiva ante los criterios de otros.

Para debatir cualquier cuestión relacionada con el béisbol, exaltan sus emociones y exteriorizan rasgos masculinos hegemónicos. El querer imponer sus criterios por encima de los demás, la fuerte carga de violencia que lleva implícito lo que dicen, evidenciada por la manera en que se comportan: gritos, ofensas verbales, gestos con las manos y el cuerpo, que indican rivalidad con otros hombres, son algunos de los más comunes.

Los mismos aficionados son los que consideran que el béisbol es un deporte que genera violencia, debido a que es un juego de competencia y enfrentamiento entre hombres. De esa forma asocian el hecho de ser hombres con el ejercicio de la violencia, como si fuera un fenómeno natural.

Esta constante violencia y rivalidad, se debe señalar, no tienen su explicación en fenómenos naturales. Están dadas por la reproducción de estereotipos sociales que las legitiman, como los comportamientos relacionados con la masculinidad hegemónica. Esta tipología de las masculinidades se socializa todo el tiempo en la peña.

Durante los debates diarios, los aficionados se conducen, al menos en apariencia, de acuerdo con las reglas o exigencias de un patrón de conducta masculino que se refiere concretamente al comportamiento masculino violento, agresivo, machista, rudo, mujeriego y dominante.

El deber ser…

Para este grupo, los aficionados al béisbol deben ser «hombres de verdad», demostrar que saben de pelota y discutir todo el tiempo sin dejarse derrotar, cuando se rivaliza con otro aficionado. Esto denota que la masculinidad es, para ellos, una conducta que está configurada por la tradición y el sistema patriarcal de relaciones sociales imperante en la sociedad cubana. Esta se distingue, entre otras cosas, por no permitir que otro hombre te hable en voz alta, gesticule frente a tu rostro o pretenda destruir tus valoraciones para hacerte «quedar mal» ante otros.

En otras palabras, se trata de una interminable competencia para probarse a sí mismos y demostrar, ante los demás, que gozan a plenitud de virilidad y hombría. Ese afán de no dejarse vencer en una simple discusión sobre pelota, describe la presencia de otra de las características de la masculinidad hegemónica.

El hecho de que sea visible la constante exteriorización de determinados rasgos de la conducta por parte de estos aficionados durante los debates sobre béisbol, como aparentar ser fuertes, capaces de sostener una discusión con otro u otros aficionados, demostrar control y superioridad en la situación, mantener una actitud de intimidación psicológica para con el resto de los aficionados; la virilidad, el carácter recio e intolerante, el saber darse a respetar, alardear todo el tiempo acerca de hazañas personales, ingerir bebidas alcohólicas, proferir palabras obscenas, mostrar insaciable sed sexual por las mujeres y manifestar una actitud represora hacia ellas y hacia los homosexuales, nos permite concluir que en este espacio público urbano se socializa el patrón hegemónico de comportamiento masculino.

Para los integrantes de la peña existe una estrecha relación entre los aficionados y las características del béisbol, ya que este último condiciona a sus seguidores que socialicen de acuerdo con los requerimientos del patrón de comportamiento de la masculinidad hegemónica. El béisbol en Cuba se juega fuerte, agresivo, a ganar «destrozando» al rival y precisamente es lo que hacen los aficionados de la peña Parque Central cuando debaten.

Los jugadores cubanos de béisbol son símbolos de la masculinidad hegemónica para los aficionados. Mientras más machista, tosco, varonil, violento y habilidoso sean durante el juego de pelota, más aceptación ganan entre estos. Precisamente ellos tratan de cumplir con este esquema que configura la dinámica del béisbol en la sociedad cubana, y lo logran. Todo esto no hace más que obligar a los jugadores y aficionados a cumplir con un patrón masculino hegemónico, determinado por todos los elementos que se han enumerado.

El béisbol, amén de constituir nuestro deporte nacional, influye, en calidad de fenómeno social, en la manera de pensar, de actuar, de millones de seguidores en el país. Condiciona, sin dudas, directamente a todos los que se consideran sus fervientes admiradores.

Más estudios sobre este tema en nuestra sociedad pueden contribuir a validar el hecho de que para ser aficionado al béisbol, no hace falta extralimitar nuestra masculinidad y reducirla a simples comportamientos en el ámbito público, solo para ser socialmente aceptados y evitar posibles exclusiones.

Creemos que en Cuba tenemos que estimular la elaboración de trabajos acerca del tema de las masculinidades. Existen muchos grupos de hombres que socializan a diario sobre diversos temas sociales y que pueden ser abordados desde la sociología. Si llevar a cabo estudios sobre mujeres es importante, la realización de estudios sobre los hombres y sus masculinidades es también indispensable. Nuestra historia ha sido –aún está siendo- construida en gran medida por hombres, seres humanos que también tienen derecho a enfrentarse a los arraigados patrones obsoletos y tradicionalistas como los prejuicios sociales que existen alrededor de las masculinidades. Si no empezamos por tener al menos la intención de desmontar algunos pensamientos machistas y patriarcales, nunca seremos capaces de conocernos a fondo

Ver http://www.mujeres.cubaweb.cu/articulo.asp?a=2011&num=547&art=22