jueves, 5 de enero de 2012

Estudio sobre feminismo, violencia, sexualidad, paternidad y migración en Cuba



Por Fernando Rodríguez Sosa / 30-12-2011

Feminismo, violencia, sexualidad, paternidad y migración, son los temas estudiados por Julio César González Pagés en un libro que, fruto de más de una década de investigaciones, aborda sensibles problemáticas del mundo contemporáneo. Se trata del volumen titulado Macho, varón, masculino. Estudios de masculinidades en Cuba (Editorial de la Mujer, 136 pp.).


Mediante una metodología interdisciplinaria, desde la sociología, la historia y la antropología, esta obra se propone, y logra, incentivas la reflexión y el debate. Un libro que, en cinco capítulos, con rigor científico y ameno discurso, despierta el interés de los lectores sean o no especialistas en los asuntos tratados.

¿Hombres feministas? ¿De dónde viene la “honra masculina”? ¿Los hombres se cuidan? ¿Masculinidad o violencia o violencia de la masculinidad? ¿La violencia es una cualidad propia de los hombres?... He aquí algunas de las interrogantes a las que Julio César González Pagés, con profundidad y precisión, responde en estas páginas.

Al responder una de esas preguntas --¿qué es la violencia de género?--, el autor, diáfana y claramente, afirma:

Sí, la violencia es el recurso que sirve al hombre para implementar el patriarcado, teniendo a los modelos hegemónicos de masculinidad como medios a para desarrollarla. A través de ella, los hombres reafirman su posición dominante en las relaciones de poder respecto a las mujeres, y con los otros hombres que no cumplen las exigencias de su contexto socio-cultural.


Las desigualdades de poder entre hombres y mujeres son la base fundamental de la violencia de género. Esta relación, marcada por la inequidad, afecta mayoritariamente a las mujeres, que se convierten en las víctimas principales de los episodios vinculados a la violencia de género.

Doctor en Ciencias Históricas, Julio César González Pagés (La Habana, 1965), quien ejerce la docencia en la Universidad de La Habana, es coordinador general de la Red Iberoamericana de Masculinidades y consultor de la Organización de las Naciones Unidas para temas de masculinidad y violencia en América Latina.

Autor de una amplia bibliografía, publicada dentro y fuera de la isla, entre sus libros se encuentran El feminismo cubano en el siglo XIX ¿tendencia o movimiento? (2001); En buscan de un espacio: Historia de mujeres en Cuba (2003), Premio Pinos Nuevos 2002, y Emigración de mujeres gallegas a Cuba: Las Hijas de Galicia (2003). Ahora, Macho, varón, masculino. Estudios de masculinidades en Cuba, propone una enriquecedora mirada a un universo complejo y desconocido. A ello se refiere el investigador Yonnier Angulo Rodríguez, cuando afirma:

El recorrido que nos ofrece Julio César González Pagés a través del libro, en realidad se convierte en una aventura llena de descubrimientos en torno a aspectos de nuestras vidas, que quizás nunca nos hemos cuestionado. El autor, fiel representante y luchador incansable feminista, nos propone desmontar viejas creencias acerca de este movimiento social y validar su variante en Cuba, desnaturalizar ese mal que tanto aqueja al planeta y del cual no estamos ajenos: la violencia; desmitificar mitos acerca de la sexualidad masculina, reflexionar acerca de la manera cómo educamos a nuestros hijos/as y mostrar otras realidades de hombres que migraron a nuestro país y el proceso donde sus masculinidades se insertaron en la sociedad cubana.


Macho, varón, masculino. Estudios de masculinidades en Cuba despertará el interés y la curiosidad de numerosos lectores. Un libro que enriquece las investigaciones de las ciencias sociales de la isla relacionadas con el tema objeto de estudio. Mas, igualmente, una obra en que Julio César González Pagés invita a reflexionar sobre el pasado, el presente y el futuro de los hombres cubanos.

Ver en http://www.trabajadores.cu/news/20111230/256672-macho-varon-masculino?quicktabs_3=0

lunes, 2 de enero de 2012

Masculinidades en jóvenes pinareños: ¿En busca del nuevo hombre?



El libro Macho varón masculino. Estudios de Masculinidades en Cuba(Editorial de la Mujer, 2011) el más vendido en el año 2011 en Cuba

Escrito por Mayra García Cardentey


"Sé hombre", "no llores", "no tengas miedo", "no muestres debilidad", "no te dejes dominar por las mujeres", "no seas homosexual", se escucha una y otra vez, por décadas, por siglos, de legitimación del modelo de "macho, varón, masculino" tradicional.


Hoy Cuba percibe aires de cambio, aunque sutiles y a la vez in crescendo, del patrón de masculinidad hegemónica ancestralmente reconocido y modificado por otras maneras de asumir las relaciones intergénero.Según estudiosos del tema pertenecientes a la Red Iberoamericana de Masculinidades, los avances de las mujeres en la igualdad de oportunidades y derechos, la reconformación del universo familiar, la redefinición del ámbito laboral para ambos sexos y los diversos posicionamientos sobre identidades sexuales, traen a la palestra repensar las virilidades, como las diferentes vías por las cuales posesionarse los hombres en su identidad de género.


Una muestra de estas transformaciones se percibe en estos días en el comportamiento de muchos jóvenes que incorporan desde temprana edad concepciones de género. Pero, a pesar de ello, cohabitan aún, fuertes creencias y actitudes patriarcales, tanto de muchachos como muchachas, que impiden una mayor convivencia con otros tipos de masculinidades que las usualmente representadas.


Con 40 jóvenes entre 18 y 35 años, de ambos sexos, diferentes zonas residenciales, estudios escolares, identidades sexuales y formaciones psicofamiliares... conversó Guerrillero para debatir sobre el tema de qué es ser hombre hoy día.Ser hombres... ¿problema de hombres?Aun cuando hace décadas el mundo dialoga sobre la llamada "crisis de la masculinidad hegemónica", es decir, aquella estipulada por generaciones para el "correcto comportamiento varonil", en Cuba no puede considerarse aún un aspecto mayoritario dentro del debate público.


En el país, especialmente en nuestra provincia, con una preponderancia de la zona rural y, por tanto, de fuertes convicciones tradicionalistas, la educación de los hijos tiene todavía características sexistas en la diferenciación de roles, desde los colores para las ropas de los infantes, hasta los juegos y comportamientos en edades ulteriores. Todo ello referenciado claramente en nuestro grupo de entrevistados.


A los niños se les depara el papel de "no llorar", "defenderse a toda costa", "ser duros, machos", mientras para las chicas les queda el de ser procreadora, "flor bella y delicada", dueñas de los quehaceres domésticos.Pero estos dogmas y actitudes aprehendidos han influido tanto en hombres como mujeres, siendo a veces estas últimas, como demuestran investigaciones recientes, quienes se encargan de transmitir estos patrones machistas de generación en generación.


De ello fue muestra, en varios acápites, el cuestionario aplicado.Cerca del 50 por ciento de los jóvenes varones encuestados admitieron estar cómodos en la mayoría de las ocasiones, con el rol que se les ha otorgado como paradigma de la estructura patriarcal, aunque flexibilizan criterios en papeles tradicionales con los que no están de acuerdo, como el ser padres, proveedores económicos y compartidores de las tareas del hogar.Por otra parte y sorprendentemente, más del 50 por ciento de las chicas entrevistadas, coinciden con algunas características otorgadas a los hombres como las de principal sostén de la casa, encargado de las "tareas duras", de la protección del hogar, decidor, mediador y solucionador de los conflictos y guía de la relación.


De aquí, que, a pesar de reconocer hoy en la sociedad disímiles maneras de asumir la masculinidad por los jóvenes, tanto en formas de vestir, cumplimiento de responsabilidades domésticas, proyección física y espiritual, asunción de preferencias sexuales, estéticas y culturales..., prevalece la construcción androcéntrica de colocar al varón en el eje de todo. Con dinero y sin dinero... ¿sigo siendo el rey?Uno de los principales vericuetos que entorpece las relaciones entre géneros y la asunción de diferentes masculinidades, es el tema de la distribución del trabajo y la dependencia monetaria entre hombres y mujeres.


Más del 65 por ciento de los consultados, con equitativa proporción entre hombres y mujeres, convinieron en estar "más a gusto" con dirigentes masculinos que con femeninas. Adjetivos como "más fuertes", "decididos", y que "logran implantar mayor respeto", "ejercen mayor autoridad" fueron expresiones esgrimidas de manera claramente tradicionalista a favor de los primeros."Mano blanda", "a veces demasiado extremistas con tal de hacerse respetar", "más débiles", conformaron parte de los cuestionamientos en contra de las féminas, muchos de estos puestos en el tapete, contradictoriamente, por las de su mismo género.


En otro aspecto, en el plano de las relaciones de dependencia y/o equidad económica en la pareja, cerca del 90 por ciento de los encuestados masculinos reconocieron sentirse "incómodos" cuando la mujer corre con todos los gastos.Hoy día aunque se asume con más asiduidad el pago a la "americana" (que cada parte abone su consumo o que paguen en dependencia del caudal poseído por cada cual en el momento en cuestión), es muy poco común que los chicos permitan que su acompañante corra con todos los pagos, es una manera de traicionar su virilidad. Incluso cuando esto sucede, la muchacha "le pasa" el dinero al chico, para que al menos, "de cara a los demás", parezca que es él quien paga.


Pero, por si esto fuera poco, las propias mujeres ayudan a afianzar este rol. El 67 por ciento de las entrevistadas reconocen que se sienten seguras y protegidas si tienen de compañero a hombres con una mayor solvencia económica que ellas. "Nadie puede estar conmigo de gratis", "puedo ayudar con dinero, podemos compartir gastos, pero no mantengo a ningún hombre" fueron algunos de los criterios, y so pena de lo que se pudiera pensar provinieron de féminas de diferentes niveles escolares y socioeconómicos.Para ambos géneros, los hombres que asumen estas posturas son catalogados como "chulos" o "mantenidos".


Se le otorga de manera tradicional y machista, el papel de principal proveedor de la casa y la pareja al hombre, con el cual, la mayoría de los interpelados están conformes o al menos, acostumbrados.De ayudantes en casa a bacanes de la vida...La gran mayoría de los consultados coincide en que ambas partes deben colaborar con las tareas del hogar, mas el desempeño rector en las mismas todavía se otorga a la mujer. Con mayor prevalencia en los jóvenes por encima de los 30 años, se definieron criterios tales como "los hombres pueden auxiliar", pero "ellas siguen con el mayor peso en las labores domésticas". Estos criterios lo confirman las propias muchachas, "ellos ayudan, pero no lo hacen igual que nosotras. Prefiero después de todo, hacer las cosas yo, para no ir detrás arreglando lo que hizo".


En este sentido, aún predominan en los jóvenes las diferenciaciones en cuanto a las tareas que cada género puede y debe emprender en el hogar: las muchachas para las de higiene y los muchachos para el mantenimiento de la infraestructura.Masculinidad y proyección sexual...Para los hombres, especialmente los más jóvenes, la sexualidad es un elemento que potencia su personalidad y virilidad, y a la vez un aspecto de sufrimiento y agonía, al "no desempeñar bien su papel". Y aun cuando todavía en la actualidad ejerce un peso fundamental en las relaciones de pareja y en la afirmación de "macho", se percibe en los más jóvenes una experimentación de acciones de mayor riqueza espiritual en su vida íntima.


De ahí que no solo se tomen posturas más sensibles y variadas en los roles de pareja, sino que en la proyección estética se asuman apariencias que antes estaban permitidas solo a mujeres, sin que esto signifique un cuestionamiento de su masculinidad, o al menos la tradicionalmente concebida.


Ellas, entre el amor y el maltrato




Camiseta de la campaña contra la violencia a las mujeres en Cuba realizada por la Red Iberoamericana de Masculinidades (RIM)


Por Yalina Gómez Cañizarez.


Aunque durante el noviazgo de ocho meses, manifestó un poco sus celos irracionales, Alicia creyó que podía cambiar las cosas. Tenía apenas 15 años de edad cuando no avizoró las señales: nada de realizar mandados, acompañar a su madre o hermana a algún sitio, ni limpiar el portal de la casa. Sin él no podía asomarse a la calle. Poco después le impidió continuar sus estudios y para asegurarse le rompió el expediente escolar. Pero ella aceptó el matrimonio tras el sueño de llegar virgen al altar.

Le esperaba un año amargo. Encierro, discusiones, gritos, golpes, imposiciones, sufrimiento, desesperación, miedo, aburrimiento. “Mi madre iba a verme y lloraba. No comprendía cómo aguantaba estar entre las paredes de una casa. Le decía que estaba así porque quería, pero en realidad tenía miedo de que intercediera y saliera lesionada”.


Una cuestión de poder


“En un mundo signado por las inequidades, las desigualdades y las discriminaciones de todo tipo (…), la violencia resulta un eje transversal de las relaciones sociales, utilizada como un vehículo para la obtención y el mantenimiento de un poder que convierte en sujetos dominantes a unos pocos y subordina a la gran mayoría”, afirma Julio César González Pagés en su libro Macho, Varón, Masculino. Estudios de Masculinidades en Cuba.


Entre las expresiones de la violencia, la más cotidiana en las sociedades es la que afecta a las féminas, según apuntan los estudios. La Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer de la Organización de Naciones Unidas, aprobada en 1993, la define como todo acto de violencia de género que tenga o pueda tener como resultado, un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, incluidas las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se produce en la vida pública como en la privada.

La violencia contra las mujeres tiene mucho que ver con la cultura patriarcal en la cual vivimos. En ella los hombres han ocupado los espacios preponderantes, en cambio las féminas han tenido una situación de sumisión y subvaloración. Ser mujer puede ser la única razón para resultar víctima del fenómeno. No es ni la pertenencia a cierta clase social, ni el ser profesional o no, opina Karelín López, decana de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana (UH) y colaboradora de la Cátedra de la Mujer de la institución. De esta manera, los valores y estereotipos aprendidos son determinantes.

Lo más difícil para enfrentar la violencia es su invisibilidad. Las féminas suelen justificarla, sentirse culpables, ocultarla y, en los peores casos, no la reconocen en sus múltiples expresiones: psicológica, verbal, económica, patrimonial (contra los bienes) y física; no obstante, pueden sufrirla por años y hasta durante toda una vida.

A puertas cerradas


Los resultados más importantes de las investigaciones realizadas en el área de salud en el país evidencian la presencia de violencia intrafamiliar en la comunidad y su incidencia en el espacio doméstico, principal escenario de las lesiones que reciben las mujeres en primer lugar de su pareja, según la socióloga Clotilde Proveyer en su trabajo Los estudios de la violencia contra la mujer en las relaciones de pareja en Cuba: una reflexión crítica.

Entre las causas se encuentran los celos, el alcoholismo, los problemas económicos graves, las frustraciones, el bajo nivel cultural, el machismo. En consecuencia, las mujeres sufren afectaciones físicas, emocionales e intelectuales, predominando la agresión verbal, la sobrecarga doméstica y en tercer lugar el maltrato físico.

No obstante, los resultados de una veintena de trabajos en el período 1994-1999, del Centro de Estudios de la FMC, reportó que las víctimas denuncian al esposo o buscan ayuda institucional en cifras insignificantes.

“Las mujeres con lesiones por golpes de su pareja generalmente no acuden al consultorio. Van a mi casa o me lo dicen cuando me ven en la calle —declara Yara Garzón, médico de la familia en el Cerro, La Habana, hace más de 20 años.

“Tengo una paciente a la cual el esposo le ha roto la cabeza y le ha provocado fracturas, pero lo perdona siempre. Dice que él se arrepiente, es el padre de su hija y que está tratando su alcoholismo. Llevan casi 10 años juntos”.

La doctora Dunia Ferrer, de la Universidad Central de Las Villas, demostró que estos comportamientos abundan además en parejas de profesionales, en las cuales encontró altos índices de agresividad en el estudio que realizó durante 2005-2008. La diferencia estribó en la sutileza pues predominó la violencia psicológica. La ley ampara y la casa ayuda

Nuestro Código Penal en los delitos contra la vida y la integridad corporal, y contra el normal desarrollo de las relaciones sexuales, la familia, la infancia y la juventud recoge como agravante el ser cónyuge y el parentesco entre el victimario y la víctima hasta el cuarto grado de consanguinidad o segundo de afinidad.

“Ante una acusación por maltrato físico, las autoridades redactan un acta de advertencia al agresor o lo detienen, depende de la magnitud del delito —explica la abogada Elsa Figueroa, con más de 25 años de experiencia en un bufete colectivo de la capital. Por amenazas puede aplicársele una medida predelictiva que conlleva internamiento hasta un período de cuatro años. Si se le diagnostica una enfermedad como causante de su actitud, de todas maneras es sancionado o va a un proceso de rehabilitación.

“Aquí representamos a la víctima cuando pide el divorcio, pero generalmente no declaran el maltrato como causa. El agresor, por su parte, al solicitar el servicio de defensa, alega que la mujer es culpable de su reacción porque se va de la casa, abandona a los hijos o los atiende mal, y argumentos por el estilo”.

La institución por excelencia para orientar y ayudar a las víctimas de violencia es la Casa de Orientación a la Mujer y la Familia, que existe en todos los municipios del país.
Myrtha López, Licenciada en Psicología y coordinadora desde hace ocho años de la casa de Plaza de la Revolución, La Habana, afirma que lo que más reciben son casos de violencia psicológica.

“Se acercan mayoritariamente adultas mayores, pero también vienen hombres. Ellas casi siempre llegan porque están deprimidas, se sienten mal y no saben cómo salir adelante. Luego descubrimos que es un caso de violencia intrafamiliar. Aunque ya se visualiza más el fenómeno, la mayoría pide ayuda preocupadas por otro miembro de la familia sin percatarse de su propia afectación”.

Para atenderlas en la institución cuentan con un equipo multidisciplinario, integrado por una psiquiatra de grupo, otra infantojuvenil, una psicóloga, un jurista y dos trabajadoras sociales. En casos necesarios trabajan con oficiales de menores, abogados, personal de educación, la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), especialistas de salud, según hizo saber Myrtha.
A su lado, a pesar de todo

La dependencia económica y emocional fueron causas que explicaron por qué las mujeres permanecen junto a parejas violentas —explica la decana de la Facultad de Psicología de la UH. “La baja autoestima es una consecuencia de este tipo de relación y a su vez un mecanismo del hombre para mantenerla a su lado.

“Luego de una pelea, busca reconciliarse de cualquier manera. Él mismo cree, a veces, que no va a volver a ocurrir, pide perdón, simula ceder el poder, hace sentir a la mujer importante. Ellas, en la mayoría de los casos, están enamoradas o tienen una dependencia y vuelven.

“Por eso se habla del fenómeno como el ciclo de la violencia. Es repetitivo y cada vez más peligroso. Lo que empezó con una agresión verbal o psicológica puede terminar en la muerte”.
Las conquistas

La violencia en Cuba no es tan significativa como en otras naciones latinoamericanas; pero cada día hay más conciencia de que existe.

En 1997, tres años después de que la Organización de Estados Americanos aprobara la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, nació el Grupo Nacional para la Prevención y Atención a la Violencia Intrafamiliar, coordinado por la FMC, como muestra de su preocupación y responsabilidad por el bienestar de las cubanas. Pero lo cierto es que nuestra realidad muestra una contradicción entre su protagonismo en todos los ámbitos y la existencia de valores y relaciones sociales que conspiran en contra de su pleno desarrollo.

En este sentido, las conquistas de las mujeres en el país, como bien señaló la socióloga Clotilde Proveyer, se evidencian en sus éxitos en la vida social, la participación creciente del hombre y otros miembros de la familia en las actividades domésticas y el aumento de los divorcios como muestra de la tendencia de ellas a liberarse de relaciones conyugales que dejaron de tener sentido.

Así sucedió al menos con Alicia, la muchacha con la que comenzamos esta historia. A ella se le ocurrió acudir a la antítesis de la seducción. No se arreglaba para agradarle a su esposo y trataba de parecerle aburrida. Entonces le planteó el divorcio cuando estuvo segura de que le había dejado de importar y lo consiguió. Volvió al fin a la vida. Poco a poco ganó confianza. Se graduó de técnico de nivel medio en computación. Ahora imparte clases en una escuela y disfruta de una relación estable a sus 25 años de edad. Una década atrás, ¿quién lo hubiera soñado?







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