sábado, 1 de febrero de 2014

MIS PALABRAS SOBRE TONY DIAZ

Por Norge Espinosa Mendoza

Las circunstancias violentas que trae consigo la noticia de la muerte de Tony Díaz han consternado a quienes lo conocieron, trataron y respetaron. No menos abrumador es el gesto que intenta acallar la crueldad de la que fue víctima, tratando de suavizar el hecho con términos como "desaparición" o "fallecimiento". El falso pudor que se maneja detrás de esas palabras, que no alcanzan a describir lo que en verdad debió sufrir el fundador de Mefisto Teatro, no hace sino repetir los silencios que otras muertes anteriores ya tuvieron como aparente cierre de sus horribles verdades. Miguel Navarro, Franco Bozzo, Albertico Yáñez, son personas que amén de sus intereses por el teatro o la literatura, acabaron sus vidas de una manera en la que se mezclaron también la doble moral, la homofobia, el horror, y ese mutismo que trata de acallar lo que para unos es solo escándalo, y para los asesinos y los que cometen tales crímenes un provechoso velo, tras el cual se sienten impunes, y a veces, hasta logran esconderse hasta librarse del peso de la justicia. Creo que ciertas instituciones sí debieran, al menos, denunciar este tipo de acontecimientos, en tanto crímenes de odio, que a falta de noticias honestas sobre tales asuntos, hacen creer a los culpables que nadie se enterará de cómo perpetraron tanta miseria. El silencio se vuelve excusa, en muchos de estos casos, y puede alentar a quienes imaginan a homosexuales y artistas como blancos fáciles de sus ambiciones.

En la tarde del pasado 22 de enero, tras la ceremonia de entrega del Premio Nacional de Teatro, Tony Díaz habló conmigo por última vez. Todos sabíamos de su carácter a ratos difícil, de sus demonios, y también de su fervor por el teatro. Excelente diseñador de luces, se empecinó en dar al teatro musical cubano un rango en el que luchar contra las carencias de formación y entrenamiento para ese arte, era su día a día, mientras otros repetían calcos de producciones extranjeras o aliviaban a sus actores de cantar en vivo ante espectadores a los que se les engaña sutilmente cuando el virtuosismo y la tremenda exigencia del teatro musical no se cumplen desde ciertas normas más veraces. Su proyecto inmediato era remontar Chicago y estrenar luego Las vacas gordas, comedia musical de Abelardo Estorino. El grupo quedará en manos de algunos de sus miembros más fieles, entre ellos, Carlos Pérez Peña y Alejandro Milián, según parece. Toca a ellos revindicar a Tony Díaz como alma de ese proyecto, y no dejar que la mano que cercenó su vida acabe también con la del grupo que fue su obsesión durante estos años recientes.

Una cosa es decir la verdad y tomar actitudes ante ella, si es que de denunciar lo que otros esconden bajo débiles pretextos se trata, para evitar que nuevos horrores se repitan. Y también para exigir un mínimo de ética, que no confunda la honestidad con lo irrespetuoso, pues en estos días, en estas páginas de Facebook, no ha faltado quien se haya dedicado a airear pasajes de la vida íntima de Tony, de la manera más pública e impúdica. Poco favor le hacen a Tony, y se hacen ellos mismos, quienes actúan así. Se trata de hacer saber a quienes lo separaron violentamente de su vida quién era su víctima, y desde ahí, exigir más respeto, más seguridad para todos, y más transparencia cuando de la vida y la muerte se tratan.

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